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Especial Química (III)

by Jordi Pereyra

Llegamos al tercer especial sobre química y no hay más que decir. Aquí el primero y el segundo.
En primer lugar, algo que puedes probar en casa si no te lo crees.
Al encender la mecha, el calor empieza a evaporar la cera, que es un tipo de parafina. La parafina no es un material en sí, si no un grupo de hidrocarburos que comprende aquellos que tienen la fórmula química CnH2n+2. Esto sólo quiere decir que reúne los compuestos de carbono e hidrógeno que contienen el doble de moléculas más dos de hidrógeno que de carbono. El caso de la cera de vela, suele ser C20H42
Los hidrocarburos son inflamables, según las condiciones en las que se encuentren. En el caso de la cera de las velas, esas condiciones se dan cuando se encuentran en forma de gas y en una concentración suficientemente alta como para reaccionar con el oxígeno.

Es por eso que si consigues un rastro de humo suficientemente uniforme y concentrado, al acercar una fuente de ignición el gas prenderá fuego y se propagará de nuevo hasta la mecha, rodeada por una concentración aún mayor de vapor de parafina que empezará a arder y encenderá la vela.
Buscando información sobre el tema, he de decir que la cera de las velas me ha sorprendido.
En primer lugar, es mejor aislante eléctrico que casi cualquier otro material, exceptuando algunos plásticos como el teflón.
Además, es un buen moderador de neutrones, lo que significa que puede utilizarse en centrales nucleares para reducir la velocidad de estas partículas y así mantener una reacción de fisión nuclear continua.
Está empezando a utilizarse en construcción debido a su gran capacidad para almacenar calor: rellenando el interior de las paredes con cera que, gracias a su bajo punto de fusión, se derrite con el calor que va acumulando durante el día. Por la noche, cuando las temperaturas bajan, la parafina vuelve a solidificarse y libera todo ese calor acumulado. 
En el siguiente gif, una esponja absorbe ácido sulfúrico.

Las esponjas artificiales están hechas de poliuretano que, como vemos en esta tabla, no aguanta un pimiento contra el ácido sulfúrico.
Si, en cambio, lo quieres disolver es una esponja natural (tus razones tendrás), un ser vivo sacado expresamente del mar para restregárnoslo por el cuerpo, el ácido sulfúrico no tendría un efecto tan impactante. La esponja de mar tiene un esqueleto interno de carbonato cálcico que… Sí, bueno, reacciona con el ácido sulfúrico un poco, pero tampoco es nada del otro mundo. Esto es porque el ácido descompone la superficie del carbonato cálcico en sulfato cálcico, que actúa como «capa protectora» que impide que la reacción siga su curso.
En este caso, necesitarías ácido clorhídrico, HCl, que con el carbonato cálcico reacciona mucho mejor.
Para terminar, una bola de acero flotando sobre mercurio, por que en Ciencia de Sofá nos encanta este metal líquido a temperatura ambiente.

Esto no tiene mucho secreto: dado un líquido de una densidad cualquiera, una cosa con una densidad menor que el líquido flotará sobre ella.
Por ejemplo, un litro de agua pesa un kilogramo. Con esa densidad de 1 kg/l, cualquier cosa que pese más por unidad de volumen, como el cemento (~2.4 kg/l), el acero (7.87 kg/l) la  madera de ébano (1.12 kg/l) o Ronnie Coleman (~1.06 kg/l) se hundirán en ella irremediablemente en ella.
Pero luego está el mercurio, con una densidad de 13.6 kg/l. Una botella de agua de algún souvenir llena de este metal líquido pesaría 13.6 kg y en una piscina llena de mercurio flotaría todo tipo de madera, material de construcción o culturista.
Aún así, hay cosas mucho más densas que el mercurio que acabarían en el fondo de la piscina de bello metal líquido, como por ejemplo el uranio (19.1 kg/l), el oro (19.3 kg/l), el hassio (41 kg/l) o el material del que está compuesto el exoplaneta KOI-55b (64 kg/l). Ya hablaremos de KOI-55b.

 

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